viernes, 21 de agosto de 2009

Sobre Bancos y Paciencia- ESPAÑA

Parecieron unos desvaríos más de los políticos acerca de la crisis las declaraciones amenazantes con los bancos del ministro Sebastián y las contradeclaraciones de Solbes y José Blanco. La verdad es que, aunque haya habido descoordinación en el tema, no cabe duda de que el resultado es beneficioso para la estrategia socialista de librarse de sus responsabilidades.
Comenzó el ministro de Industria haciendo de comisario político y amenazando a los bancos con el fin de la paciencia. Y, ya que fueron ellos, los bancos, únicos causantes de la crisis, que ahora “den crédito”, dijo. Simple, estúpido y, como decimos aquí, una “babayada”, pero es un discurso que cala en la gente. De hecho, estas declaraciones sirven para acentuar el fantasma periodístico de las últimas semanas acerca de cuán pocos créditos están concediendo los bancos tras los avales y préstamos del gobierno.
Tras Sebastián llegan el Vicepresidente socialista José Blanco así como el ministro Solbes (deseoso de darle una colleja verbal al de Industria) y, casi al alimón, le contradicen. El gobierno sí tiene paciencia y, además, ilimitada (Blanco), y de la que nunca se pierde (Solbes). La Secretaria de Organización, Leire Pajín, hace una mediación para componer la aparente contradicción... y listo. Tal parece que ellos mismos no se entienden.
Insisto, puede ser que no se hayan entendido mucho entre sí, pero, al igual que Colón descubriendo América, sin quererlo específicamente, beneficiaron la estrategia exculpatoria del gobierno de Zapatero. Señalaron a la banca con sus dedos y se presentaron como condescendientes y generosos administradores de mucha paciencia con ella. Los culpables fueron, por tanto, los bancos, que, además, no están dando créditos “como debieran”, pero, ¡ay, cuánta tolerancia estamos teniendo a la espera de que acaben dándolo!.
Ya comentaré en el próximo texto qué falacia es esa de que la banca no da el crédito por avaricia, de que debe darlo y de que el gobierno hace lo que puede. Ninguna de estas tres cosas son verdad y, si la ciudadanía tuviera los principios en orden, debería impedirle seguir por esos derroteros.

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